Hace un par de meses os pregunté por Twitter si os gustaría leer alguna entrada en concreto, y Bego Llorente me sugirió que os contara una visión honesta y sincera de todo mi recorrido por la Medicina, desde que empecé hasta el día de hoy.
Here we go.
Es un poquito particular, muy de mi estilo supongo.
Espero que os guste :)
¿Qué es la Medicina?
La Medicina es las personas que la conformamos.
Todos/as, o al menos la mayoría de nosotros/as, lo hacemos todo lo mejor que podemos.
Cada uno/a a nuestra manera.
A veces dulces y amables, firmes y serenos cuando sopla el viento a favor.
Pero también frustrados, doloridos y agotados cuando las caídas han sido tantas que las magulladuras no dejan de asomar.
A decir verdad, nunca creí que la Medicina fuera como Anatomía de Grey, a pesar de guardar muchos de sus diálogos y escenas en la caja fuerte de mi memoria emocional.
Siempre tuve al abogado del diablo en casa, mostrándome la realidad de ese lugar al que llamamos Hospital.
Demasiado cerca como para poder creer en cuentos de hadas y duendes vestidos de blanco y azul.
Pero, sin embargo y a pesar de todo, siempre he visto la magia.
Porque sí que la hay.
Una mano cogiendo otra mano.
El misterio del cuerpo humano.
Nombres de fármacos que no soy capaz de pronunciar.
El milagro del bisturí.
Cómo dos ojos, dos manos, un cerebro y un instrumento extraño llamado "fonendoscopio" sirven para hacer algo tan bonito y apasionante como diagnosticar.
La magia.
Podemos llamarla energía, si queréis.
Y la energía no se crea ni se destruye, solo está presente y se transforma.
Madura, envejece, pierde brillo y gana fuerza, suavidad y soltura.
Fluidez.
Siete años después de dar el primer paso tras los destellos de esta magia, aún la veo.
La siento burbujeando en mi pecho, ante el recuerdo de una bata blanca o la presencia de esa mole extraña cuyo nombre empieza por H que significa hogar para algunos e infierno hostil para otros.
Pero, con el tiempo, mi mirada se ha afilado.
Ha ganado en experiencia, capacidad de discernimiento y precisión.
Y ahora también veo las ojeras, las cicatrices y las piedras a la espalda de pacientes a los que no les fueron las cosas como debieran haberles ido.
Los sueños rotos una y otra vez contra un muro llamado MIR, la ilusión a punto de morir ahogada por los exámenes, la falta de recursos económicos, los roces con los compañeros, la burocracia. La rutina.
El naufragio lento y agónico de los últimos vestigios de esa energía que al principio nos impulsó.
- Al final, esto es un trabajo-, decían. Y yo me enfadaba.
- Al final, esto es un trabajo-, decían- Y tenían razón.
Un trabajo.
Estudiar y no aprobar.
Madrugar, incluso en domingo.
Noches de trinchera, al pie del cañón.
Encontronazos.
Desavenencias.
Aburrimiento.
Obligaciones por las que no firmaste.
Un trabajo.
Pero MI trabajo.
Finding your true purpose is really about deciding which flavour of shit sandwich are you really in for.
Encontrar tu verdadero propósito (en la vida) en realidad se basa en decidir qué sabor de sándwich de mierda quieres de verdad.
Elizabeth Gilbert
Creo que esta analogía lo coloca todo en una perspectiva nueva, en la cual uno es el actor principal.
Este es el sabor de sándwich de mierda que YO elegí.
Porque, para mí, valía la pena.
Toda la mierda a cambio de la magia.
Aún lo vale.
Sé que es posible que algún día ya no.
Soy consciente.
Asumo el riesgo.
Hasta entonces, voy a cuidarla.
La magia, digo.
Aunque en realidad, debería decir a mí.
Cuidarme a mí.
Porque en estos últimos tiempos he aprendido algo importante.
Y es que el hecho de percibir o no la magia no tiene tanto que ver con si esta existe o no, sino con el color de las lentes que cada uno de nosotros nos ponemos ante los ojos cada día.
Cada hora.
Cada minuto.
Y, en este punto, todos nosotros tenemos algo que decir.
Yoga.
Terapia.
Aficiones.
Personas.
Límites.
Libros.
Arte.
Familia.
Prioridades.
Música.
Deporte.
Amigos.
Meditación.
Viajes.
Honestidad.
Sueño.
Pareja.
Valentía.
Mi vida.
Mi trabajo.
Mi responsabilidad.
Mi decisión.
Mi Medicina.